Un desmedrado roble sin verdor
que seco ayer a todos parecía,
hijo del páramo y de la sequía,
próxima víctima del leñador,
Que era como una niña sin amor
que en su esterilidad se consumía,
con la lluvia de anoche ¡oh, qué alegría!
ha amanecido esta mañana en flor.
Yo me he quedado un poco sorprendido
al contemplar en el roble florido
tanta ternura de la primavera,
Que roba en los jardines de la aurora,
esas flores de nácar con que enflora
los brazos muertos del que nada espera.