A lo mejor uno se enamora para la despedida, para cuando llega la estación seca y los hombres se besan a la luz de Venus.
A lo mejor, para que aquella frase (tu cuerpo húmedo contra el cual aprieto el mío recobra los días que se fueron) subraye que estás solo.
Pero cuando surja de nuevo la veranda llena de alegría, los cuerpos abrazados girando en la penumbra, volverás a decir:
Luz del instante, tus ojos. En ellos me veo por primera vez.
No vengas con más mentiras, malasangre.
(de El cónsul del mar del Norte, 1990)