A una mejilla blanca de Javier de Bengoechea

( Madrigal póstumo )

Lento el carmín, cayó de su mejilla.
Ya se apagó ese pétalo de fuego.
Ya no es la sangre más desasosiego
que el de saberse quieta y amarilla.

Aquella de antes, ágil y sencilla,
es esta dura realidad de luego.
Jugó la rosa a terminar. Yo juego
a lamentar su lenta maravilla.

Ahora todo es igual de diferente:
la llamarán como antes la llamaban,
la olvidarán inolvidablemente…

En un principio fue lo que se acaba.
Sigue siendo lo mismo. Solamente
que ya no está una rosa donde estaba.