¿Dónde guardarán el alma los algarrobos,
los pinos o los alerces?
¿Dónde sufrirán a Dios?
¿En qué lugar alguno de triste corazón
buscará el suicidio?
¿Cómo vivirán las estaciones, la enfermedad,
el amor, la locura, la muerte?
¿Con qué lenguaje expresará el silencio
la vejez de los árboles?
¡Cómo hallar vuestra lengua, me digo,
cómo saber de vosotros la verdad
-porque también habéis sido testigos y por tanto cómplices-,
cómo limpiar nuestras raíces,
cómo recibir el sol con esta alma empozada,
con el hierro, la memoria y tanta sangre olvidada
y peligrosamente muerta y viva entre las manos!