He querido morir, Señor, pero he vivido
y confieso ante Ti mi aleve cobardía.
¿Qué dejo para aquellos semejantes que han sido
probados en dolor a punto de agonía?
Y por querer morir, Señor, he revivido
puesto que Tú dispones que pase al nuevo día,
retornada a mí misma, tras haber pretendido
ordenar mi existencia como si fuera mía.
Ya no habré de volver contra Ti aunque padezca
ni habré de lamentarme en la misma desgracia.
Si no es tu voluntad que mi vida perezca,
acepto de buen grado, Señor, tu santa gracia
y todos los misterios con que la tierra animas,
que para nuestro bien, lo que haces, estimas.