Temí… no el gran amor.
Fui inmunizada a tiempo y para siempre con un beso anacrónico
y la entrega ficticia
capaz de simular hasta el rechazo y por el juramento, que no es más retórico porque no es más solemne.
No, no temí la pira que me consumiría sino el cerillo mal prendido y esta ampolla que entorpece la mano con que escribo.