Agua dormida de aquel pilón:
agua desierta;
agua contagiada del conventual
silencio de la huerta.
Agua que no te evaporas,
que no te viola la cántara,
y que no cantas, y que no lloras.
Tu oblongo cristal
es como el vidrio de una cámara fotográfica
que retrata un idéntico paisaje
de silencio y de paz.
Tus húmedos helechos,
un cielo siempre azul, y quizás
un celaje…
Tú a la vida, jamás, jamás te asomas
y te basta de un álamo el follaje,
y en las tardes, un vuelo de palomas…
Agua dormida,
agua que contrastas con mi vida,
agua desierta…
Pegado a la cancela de la huerta,
de sus rejas detrás,
¡qué de veces de lejos te he mirado!,
y con hambre espiritual he suspirado:
¡Si me dieras tu paz!