Aquella luna roja en la vigilia
bebió la sangre de mi entraña.
Hubo demonios escondidos
en el trigal
que sorbieron todas las gotas de mi savia.
Sin buscarte,
habías venido a mí.
Estaba mi boca entreabierta deambulando por los senderos secos y
agrios,
cuando fui a tu encuentro.
Si yo no hubiera sido la mujer que con dientes de espuma
quiso arrebatar la pujanza del hierro en llamas.
Si yo no hubiera sido la mujer de cascabeles de oro y diamantes,
esmeraldas y rubíes que cometió el pecado de la palabra vacía.
Si yo no hubiera sido la mujer que apenas vivió el amor
el tiempo que dura el ocaso.
Si yo hubiera sido la mujer que adivinara la esperanza de la luna fría y
blanca.
Mi vida sólo estaría enmarañada en el fulgor de tus brazos.