Aquella luna roja en la vigilia
bebió la sangre de mi entraña.
Hubo demonios escondidos
en el trigal
que sorbieron todas las gotas de mi savia.
Sin buscarte,
habías venido a mí.
Estaba mi boca entreabierta deambulando por los senderos secos y
agrios,
cuando fui a tu encuentro.