Dormir nonchalamment al’ombre de ses seins
Comme un hameau paisible au pied d’une montagne.
Todo está preparado:
la sábana tan blanca y el silencio
ahora inviolable.
(Yo me hago
a un lado para no estorbarte.)
Ven,
arráncate a los ojos
que ya te desdibujan,
rompe tu invierno gris, oh sonriente
dulce estrella habitada.
Como cuando
sacudes la nieve de tu capucha de pieles
y a las puertas
de tu victoria final sonríes sobre nosotros.
Ellos ignoran que vendrás. Descalza
tu pierna,
el enguantado paso con que llegas
de tu blanco relato. (Sobre el frío
rastro de un cigarrillo clandestino.)
Escucharé.
Me haré insignificante, todavía
más niño a tus orillas,
como el guardián de tu reposo enorme,
y oiré tu vena femoral.
Tan sólo
por consuelo, para que
no me atormente el plazo, ni se pierdan
los episodios húmedos del sueño.
Ven. Descabalga aquí, descansa
de tu hermoso paseo por el parque.
Allá en lo alto, lejos
estará tu cabeza como ausente,
como un bosque vedado que ilumina
lo primero la luz de la mañana
distante aún. Quizás al cabo
de todos estos años, del invierno
de ser pobre y sumiso,
hasta que llegue
mi día,
hasta que vista
mi brillante uniforme, mi dinero
discreto, que permite
cruzar casi dormido los salones…
…Pórticos, suelos
de mármoles, arañas
de cristal cambiándose
reflejos con los sables…
(Tal vez con menos suerte la etiqueta
jovial de los cruceros, ese vaso
partido entre dos islas por la noche.)
…Contigo, a tu tamaño. Si algún día
tu intimidad se hiciese a la medida,
si estuviéramos viéndonos, pensando
en esto sin decirlo, pero en esto,
al borde de una noche sin orden ni concierto,
sin mañana
de lunes…