Hoy no estoy
escapé de la hora mundial
y no tengo piel
me desalojé
y soy lo que voy nombrando
y voy en lo que va volando
y creo en lo que sigo mintiendo
Muro del aire y de las edades
no me detengas!
Hoy no estoy
escapé de la hora mundial
y no tengo piel
me desalojé
y soy lo que voy nombrando
y voy en lo que va volando
y creo en lo que sigo mintiendo
Muro del aire y de las edades
no me detengas!
Hoy un hombre se subió a un árbol
y el árbol bajó por el hombre.
El ascendió por los frutos,
las hojas bajaron por sus ojos.
El hombre levantó las ramas.
La sombra quedó colgando
en un atado de pájaros
esperando más cargamento,
otras identificaciones,
nuevos espejos,
más coloquio.
En realidad habíamos nacido
el uno para el otro.
Jamás tuvimos un «sí» o un «no».
Comíamos los dos de un mismo plato.
Ella leía, yo dormía.
La transfusión de ideas era magnífica.
La parentela se daba la mano los domingos.
Esta es la triste historia de
una de las mujeres más
hermosas de todos los tiempos
y que los negociantes bautizaron
con el nombre de
Marilyn Monroe.
Parcelaron su cuerpo
y su alma,
trataron de cerrarle
la boca
y su inteligencia
y abrir su escote…
hasta lo imposible.
No es que me dé vergüenza recordarlo.
Ahí viene mi padre poniendo en orden
las herramientas antes de fabricarme.
Siempre tan exagerado para sus cosas:
asegurando a sus amigos que mascaría
el mar o desclavaría las estrellas
para hacer mellizos
en menos que canta un gallo.