El Llanto

Al declinar la tarde, se acercan los amigos;
pero la vocecita no deja de llorar.
Cerramos las ventanas, las puertas, los postigos,
pero sigue cayendo la gota de pesar.

No sabemos de donde viene la vocecita;
registramos la granja, el establo, el pajar.

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El Descastado

I

En vano ensayaríamos una voz que les recuerde algo a los Hombres,
alma mía que no tuviste a quien heredar;
En vano buscamos, necios, en ondas del mismo Leteo,
Reflejos que nos pinten las estrellas que nunca vimos.

Como el perro callejero, en quien unas a otras se borran
Las marcas de los atavismos, O como el canalla civilizado
-heredera de todos, alma mía, mestiza irredenta, no
tuviste a quien heredar.

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Veracruz

No: aquí la tierra triunfa y manda
-caldo de tiburones a sus pies.
Y entre arrecifes, últimas cumbres de la Atlántica
Las esponjas de algas venenosas
Manchan de bilis verde que se torna violeta
Los lejos donde el mar cuelga del aire.

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Para un Mordisco

Propio camaleón de otros cielos mejores,
A cada nueva aurora mudaba de colores.

Así es que prefiriera a su rubor primero
El tizne que el oficio deja en el carbonero.

Quiero decir ( me explico ): la mudanza fue tal,
que iba del rojo al negro lo mismo que Stendhal.

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Sol de Monterrey

No cabe duda: de niño,
a mí me seguía el sol.

Andaba detrás de mí
como perrito faldero;
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño
que sigue a los niños.

Saltaba de patio en patio,
se revolcaba en mi alcoba.

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El Mal Confitero

Es Toledo ciudad eclesiástica.
Para sola una noche del año,
Sus vides domésticas
Dan un vino claro.

Un vinillo que el gusto arrebola
Del epónimo mazapán,
Y que predispone muy plácidamente
Para recibir hasta el alma del aroma Canonical
De las uvas negras en aguardiente.

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La Habana

No es Cuba, donde el mar disuelve el alma.
No es Cuba -que nunca vio Gaugin,
Que nunca vio Picasso-,
Donde negros vestidos de amarillo y de guinda
Rondan el malecón, entre dos luces,
Y los ojos vencidos
No disimulan ya los pensamientos.

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Caravana

Hoy tuvimos noticia del poeta:
Entre el arrullo de los órganos de boca
Y colgados los brazos de las últimas estrellas,
Detuvo su caballo.

El campamento de mujeres batía palmas,
Aderezando las tortillas de maíz.
Las muchachas mordían el tallo de las flores,
Y los viejos sellaban amistades lacrimosas
Entre las libaciones de la honda madrugada.

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Ifigenia Cruel

(Fragmento)

Pero soy como me hiciste, Diosa,
Entre las líneas iguales de tus flancos:
Como plomada de albañil segura,
Y como tú: como una llama fría.

Sobre el eje de tu nariz recta,
Nadie vio doblarse tus cejas,
Ni plegarse los rinconcillos
Inexorables de tu boca,
Por donde huye un grito inacabable,
Penetrado ya de silencio.

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Yerbas del Tarahumara

Han bajado los indios tarahumaras,
que es señal de mal año
y de cosecha pobre en la montaña.
Desnudos y curtidos,
duros en la lustrosa piel manchada,
denegridos de viento y de sol, animan
las calles de Chihuahua,
lentos y recelosos,
con todos los resortes del miedo contraídos,
como panteras mansas.

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Tonada de la Cierva Enemiga

Cancioncita sorda, triste,
desafinada canción;
canción trinada en sordina
y a hurtos de la labor,
a espaldas de la señora;
a paciencia del señor;
cancioncita sorda, triste,
canción de esclava, canción
canción de esclava niña que siente
que el recuerdo le es traidor;
canción de limar cadenas
debajo de su rumor;
canción de los desahogos
ahogados en temor;
canción de esclava que sabe
a fruto de prohibición:
-toda te me representas
en dos ojos y una voz.

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Glosa de mi Tierra

Amapolita morada
del valle donde nací:
si no estás enamorada,
enamórate de mí.

I

Aduerma el rojo clavel,
o el blanco jazmín, las sienes;
que el dardo sólo desdenes,
v sólo furia el laurel.
Dé el monacillo su miel,
y la naranja rugada,
y la sedienta granada,
zumo y sangre -oro y rubí-;
que yo te prefiero a ti,
amapolita morada.

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Quédate Callado

Quédate callado y solo:
casi todo sobra y huelga.
De la rama el fruto cuelga
y la rosa del peciolo,
no a efectos del querer sólo,
sino a la inerte ceguera
que la visión exagera
en alcance y en sentido;
y lo que cantas dormido
es tu canción verdadera.

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Lailye

Lailye ¿cuándo vuelves a México y me buscas,
ya sea en Cuernavaca, ya sea en Tepoztlán?
Juntos recordaríamos aquellas cosas bruscas
del asno, el indio, el loro, la araña, el alacrán . . .

A ti que te sorprendes -aunque jamás te ofuscas-
con nuestros usos y nuestra agua y nuestro pan
¿qué te parecería si vuelves y me buscas,
ya sea en Cuernavaca, ya sea en Tepoztlán?

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La Señal Funesta

I

Si te dicen que voy envejeciendo
porque me da fatiga la lectura
o me cansa la pluma, o tengo hartura
de las filosofías que no entiendo;
si otro juzga que cobro el dividendo
del tesoro invertido, y asegura
que vivo de mi propia sinecura
y sólo de mis hábitos dependo,

cítalos a la nueva primavera
que ha de traer retoños, de manera
que a los frutos de ayer pongan olvido;

pero si sabes que cerré los ojos
al desafío de unos labios rojos,
entonces puedes darme por perdido.

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El Verdugo Secreto

Vives en mí, pero te soy ajeno,
recóndito ladrón que nunca sacio,
a quien suelo ceder, aunque reacio,
cuanto suele pedir tu desenfreno.

Me quise sobrio, me fingí sereno,
me dictaba sus máximas Horacio,
dormí velando, festiné despacio,
ni muy celeste fui, ni muy terreno.

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La Amenaza de la Flor

Flor de las adormideras:
engáñame y no me quieras.

¡Cuánto el aroma exageras,
cuánto extremas tu arrebol,
flor que te pintas ojeras
y exhalas el alma al sol!
Flor de las adormideras.

Una se te parecía
en el rubor con que engañas,
y también porque tenía,
como tú, negras pestañas.

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Consejo Poético

La cifra propongo; y ya
casi tengo el artificio,
cuando se abre el precipicio
de la palabra vulgar.
Las sirtes del bien y el mal,
la torpe melancolía,
toda la guardarropía
de la vida personal,
aléjalas, si procuras
atrapar las formas puras.

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A Cuernavaca

A Cuernavaca voy, dulce retiro,
cuando, por veleidad o desaliento,
cedo al afán de interrumpir el cuento
y dar a mi relato algún respiro.

A Cuernavaca voy, que sólo aspiro
a disfrutar sus auras un momento:
pausa de libertad y esparcimiento
a la breve distancia de un suspiro.

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Ausencias

De los amigos que yo más quería
y en breve trecho me han abandonado,
se deslizan las sombras a mi lado,
escaso alivio a mi melancolía.

Se confunden sus voces con la mía
y me veo suspenso y desvelado
en el empeño de cruzar el vado
que me separa de su compañía.

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Morir

En el más cariñoso lecho
me siento morir,
cuando en la naturaleza,
toda mansa como jardín.

Muelle, el ala del ángel blanco
-¡qué piedad, qué ternura al fin!-,
primera vez roza mis hombros
como el arco roza el violín.

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Visitación

-Soy la Muerte- me dijo. No sabía
que tan estrechamente me cercara,
al punto de volcarme por la cara
su turbadora vaharada fría.

Ya no intento eludir su compañía:
mis pasos sigue, transparente y clara
y desde entonces no me desampara
ni me deja de noche ni de día.

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