Vendrá una hora blanda, y yo le diré: –vamos–;
Y ella, sus manos dulcemente me tenderá…
Nadie nos verá ir por el blanco sendero…
Y nos alejaremos, para no volver más…
Y en la paz de sus ojos se copiará el camino
Todo lleno de luna y de serenidad,
la noche elevará vibraciones lejanas…
y nuestros labios, juntos, nunca se saciarán.
Y correrán los días tranquilos y callados;
Y una tarde muy lejos de la torpe ciudad,
donde no pesará la ausencia del hermano,
nuestras espaldas beatamente se curvarán…
Pero siempre serán sus palabras amigas
y sus manos tendrán la misma suavidad
para posarse sobre mis ojos afiebrados…
mis ojos, los que un día le enseñaron a amar…
Será una tarde plácida… ¡tiene cosas la vida!
Llamará muchas veces… ¿quién le responderá?
Y entibiarán mis carnes gratamente sus lágrimas,
Y mi espíritu, triste, mirándola, se irá…