Amórica,
lejos escucho el canto del dichosofui:
dichosofui, dichosofui,
pájaro que martilla el yunque en mi oído
más allá de los rieles y las estaciones,
madre del pecho florido,
Amórica,
que te ríes de mí en mis propios huesos,
vagabunda.
Hay un sitio en el cual yacemos juntos -el frío-que induce
al nacimiento de aquellos que reunidos en tu mesa no tienen
qué comer.
Vamos burlando aduanas, los puestos migratorios
y nuestra risa espanta los verdes pavorreales de la gloria.
Amórica, entristecida niña de los andrajos,
ésta es la hora en que se precisa no volver hacia atrás,
encaremos la furia de la tribu
que toca sus tambores para hacernos volver
al fuego donde los más ancianos nos reducen
a hilos que ovillan con sus dedos.
Vayamos más allá.