Adoro las ciudades

Adoro las ciudades que son viejas
ciudades de provincia
y los puentes de piedra y los de hierro
y los puentes en ruinas,
viejos puentes de piedras solitarios
invadidos de ortigas.

Pero también me cansan esas viejas
ciudades de provincia
y todo lo que un puente sobre un río
oscuro simboliza.

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La carta

He encontrado la casa
donde te llevaré a vivir. Es grande,
como las casas viejas. Tiene altos
los techos y en el suelo,
de tarima de enebro, duerme siempre
un rumor de hojas secas
que los pasos avivan. A los ocres
de las paredes nada ya parece
retenerles aquí.

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La casa de la vida

Mi corazón es una vieja casa.
Tiene un jardín y en el jardín un pozo
y túneles de yedra y hojarasca.
En esa casa a la que tiran piedras
los niños cuando pasan al volver de la escuela,
después de haber robado de su huerta
magro botín de unas manzanas agrias.

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La vida fácil

Qué fácil es vagar los días grises,
creer que nuestra vida
rebosa de la vida de otros.
Incluso suponer que nosotros seremos
el alto mundo lleno
que vivirán mañana los que vengan.
A tal extremo incita un buque, un árbol,
Alguien que oigamos al piano
a esas perspectivas de un paseo
con gentes que también van suponiendo.

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Nada

Te imagino, lector, dentro de muchos años
leyendo estas palabras. En tu mesa
una luz de bujía y una rosa
anunciarán el sueño, un cuerpo, nada.
Es inútil que busques. En la ceniza hay brasas
que podrías tener entre las manos
sin quemarte.

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Preferencias

Ni las cumbres sublimes ni los ríos
que no han sido ensuciados por los hombres;
ni los palacios ni las blancas ruinas
de los templos antiguos, ni los dioses
de mármol o bronce, iguales todos,
ni la alada victoria ni un bugatti,
y menos aún la música y el baile,
con sus amanerados sacerdotes:
ninguna de esas cosas y de otras
tan admiradas por los más sensibles
y que tienen que ver con el buen gusto
me proporciona una emoción profunda.

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Reencuentro con el otoño

En esta vieja casa; en los olivos viejos;
en la noche templada con la hierba que baja
pisando el blando musgo con un olor a paja
mojada; en el silencio que se oye a lo lejos,

tan terco su latido como pulso de vena,
de ansiedad y de sueño; en el sordo zumbido
de la mosca postrera; en el oscuro nido
que vació el olvido; en la hierba que estrena

su corpiño más verde; en el fuego discreto
que esparce por la estancia recuerdos inefables;
en todos los sonidos sombríos y admirables
donde se cifra un símbolo y se cela un secreto;

en todo lo que, muerto, cobra de nuevo la vida;
en las viejas palabras gastadas como tramos
de la secreta escala y en los fúnebres ramos
de este octubre en Las Viñas; en la llama encendida

y en la suma de cosas que vuelven cada año
sin variación a hacer otoños de la nada;
en la repetición y en la costumbre amada
se descubre el temblor del más hondo y extraño

sentimiento del alma: el tiempo nos devuelve
a un lugar sólo nuestro, sin ayer, sin futuro,
donde por un instante el hombre se hace puro
y acepta la verdad de todo lo que vuelve.

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Retrato de mi padre

La foto fue tomada en un estudio
pueblerino y de feria. El decorado
es de escayola y él está de lado,
arrogante y feliz. Fue su preludio.

Luego herido en Teruel. Duras batallas
si dura fue la guerra. Aún en los ojos
lleva un botín de miedo y de despojos
que guarda en una caja de medallas.

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Soneto

Ahora es Noviembre. Un mes tranquilo. Llueve.
Acaso sea para mí la vida
este solo llover y esta dormida
parte del mundo eternamente leve.

Las sombras del camino que se aleja,
la iglesia y el zarzal, las telarañas
y este pensar en ínsulas extrañas
tan sólo para libar, como la abeja.

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Una ventana al mundo

Para mi hotel de noche un cielo sube
del estuario lentamente. Arde
un tremedal de estrellas y esta plaza
solitaria se queda y en silencio.
Sin las luces insomnes del tranvía,
sin su fruto amarillo y sin su estruendo
se adormecen las empinadas calles,
se vacían de niños, y las tiendas
y las botillerías van cerrando.

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Virgen del camino

Estas noches de invierno hace frío en la casa,
los techos son muy altos y las paredes viejas,
cierran mal los balcones y la ventisca entra
hasta la misma cama donde espero
a que me venza el sueño y a que el sueño
me arrebate de golpe el libro de las manos,
y así, sobresaltado, me despierto
en medio de las sombras.

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