Al pasar otra hoja
de oraciones marianas
un día nuevo comienza
con promesas
cargadas de energía…
En el cielo, tronada.
En el piso, calzada.
En el cuarto, Donana,
con el alma vacía.
Volviendo a pasar
hojas cansadas
de un viejo misal
donde flores del mal
quedaron escondidas.
Poemas de Ángela Leite de Souza
¿Alguien recuerda cómo se llamaba
la enredadera que se asomaba
por el hombro de la cerca
vigilando la calle
con fragancia de miel y de dulces
memorias?
Nadie olvida
la casa de la infancia
siempre clara y alta
y lo bastante amplia para todas
las historias.
Aquí va la encomienda
hace tiempo prometida.
No va certificada,
prefiero la garantía
de este sello
que pego con celo
y saliva.
Destapa la caja
a la manera bien minera:
Minas jamás se entrega
la primera.
-Dame el cuchillo.
-Pásame el tazón.
-¿Me alcanzas la sopera?
La mesa
eternamente
puesta
para la posible
visita.
El espíritu minero
el arranque hospitalario
imposible
desde el pasado
fijo me mira.
Me hundo en estos pedazos
me pierdo en tantos trabajos
lavar blanquear almidonar
tejer cortar y coser
descascarar sofreír escaldar…
Ay, vida en filamentos
labora de brasa y pan de maíz
faena agridulce
a fuego lento.
Mi deseo
ahora:
no tener ningún deseo
o mejor,
sentir gula
del canto de un gallo
fuera de hora
sólo por el gusto
de despertar
en este pecho ajado
alguna aurora
Perdí el tren
y el miedo
de perder.
Perdí el tren
y el miedo
de perder
trenes.
Perdí el tren
y el miedo
de perderte
Perdí el tren
y el miedo
de perderte,
¡tren!
Treinta indulgencias
cien jaculatorias.
Tantas penitencias
padres -nuestros y glorias
novenas patenas sotanas
y credos y cruces y salves
en las capillas de las grandes grutas
entre los oros de las matrices…
Pero Dios, el Verbo en persona,
¿resuena en la voz de las campanas?
Y ese sonido que poco a poco
a se apodera
de toda la ciudad
¿es acaso quimera
o fiera de verdad?
Es un convoy de vagones
que con su chillido corre
y en cada triste grito
el pasado llega.