Te encontré en la alameda, cuando ya la noche
se desmayaba entre los árboles.
Mi barco fondeó en el puerto, y yo me sentía
un ciego con hambre de carne y de luz. El cielo era un choto
que lloraba, rodeándonos.
Poemas de Ángela Vallvey
Partiré junto a ti.
Mis daños son las flores
de un pequeño cerezo
que crece con el alba.
Le lanzaré flechas, si declina,
a la tarde.
Pagaré los tributos de los ríos
con mil piedras preciosas
arrojadas al agua.
Has llegado a mi casa
ordenando las quejas
de la noche.
—Besos como pequeños corazones
se cayeron al suelo
sin cuidado—.
El verdor de tus ojos
era una tierra fértil
cultivada entre lágrimas.
«¿Cuánto pesan los astros?»,
preguntaste,
«¿y las horas del día?