Paso, desfalleciente, con mi bata traslúcida
al quirófano helado donde yace mi enfermo.
Tiene una arteria ahorcada sobre la mesa fría
y un conjunto de médicos asaltan a su muerte.
Observo desde un ángulo la operación inútil y
me abrasa el deseo de arrancarme los ojos.
Desde la ingle, arriba, van pasando el catéter
hasta pinchar el húmedo corazón que se para.
¡Oh pájaros del miedo! ¡Oh violencias azules!
Mi enfermo ha pronunciado un aullido obediente
y sobre mi cabeza se ha derrumbado el mundo.
Se han movido los cielos.
Un huracán proviene.
He perdido mi vida, yo también.
El relámpago agita los ojos de mi muerto.