A medida

Cada vivir ha de tener su espacio,
su dolor y su fiebre,
su ramo de congojas.
También su propio aire hecho a medida,
aunque a mares le sobre, porque encoge,
aunque a trozos le falte, si tallece.
Pero es la vestimenta que lo tapa
y la caricia fresca que lo aroma.

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En la mirada

Cuando el instante mismo se diluye
en su propia amargura
y ya no queda
cielo de qué color, nube
a qué rumbo,
toda la pena salta a la mirada,
la incertidumbre salta a la mirada,
la soledad sin nombre a la mirada,
la desnuda tristeza a la mirada,
y el asombro también, todo el asombro,
el cansancio del mundo, la agonía
de no saber por qué ni en qué camino
estamos,
llueve,
llueve
dolor y más dolor en la mirada,
¡qué preguntas sin fin, a qué la vida
para tanto morir, en la mirada!

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La guerra

La guerra tiene labios azulados,
ojos de soledad, carne de frío,
campos de noche eterna, gesto airado,
inviernos sin otoño y sin estío,
la guerra…
tiene niños asombrados,
manitas de miseria y extravío,
cierzos que cortan vidas y sembrados,
grises atardeceres, sol sombrío,
la guerra…
tiene dientes afilados,
cuchillos de acerado desafío,
boquitas de hambre triste y rostro helado,
inmensa podredumbre hacia el vacío,
la guerra…
tiene el ceño ensangrentado,
harapos y negrura de atavío,
alaridos sin nombre y sin soldado,
desbordadas las venas, turbios ríos.

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Pasiva refleja

Se ha de cruzar el puente
para alcanzar la orilla
donde la vida arde,
se ha de matar la sombra
con la espada del labio…
¡Y te nombro cobarde!

Se ha de cegar la noche
para alumbrar el alba
donde el amor se expande,
se ha de cubrir el llanto
con ternura infinita…
¡Y te nombro cobarde!

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Sólo allí

Salpiqué los rincones de gotas de esperanza,
y a la alcándara muda
encadené los trinos del pájaro encantado.
Sólo allí renacía,
allí sólo, en silencio,
la mágica certeza de la vida que canta.

Emborroné las horas de luces y de espigas,
y en los huecos del aire
dejé escurrir la lava del oro del poniente.

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Tu nombre

Voy perdiendo tu nombre
por caminos y plazas,
por cristales sin vidrios,
por resquicios
sin sol;
hace frío en mis ojos
-era hoguera tu nombre-,
y una lluvia de olvido,
sin querer,
lo apagó.
Todo lo era tu nombre:
los sabores, la fruta,
el color de la tarde,
la caricia,
la flor…
Sólo quedan dos letras
que tiritan, perdidas,
en desvanes sin dueño,
esperando
el adiós.

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Violeta

Aromada de amor, dulce y discreta,
escondida en la hierba y vergonzosa,
nace al sol de febrero que la esposa,
semioculta al abrigo de una grieta.

Eremita sin dueño y sin maceta,
humildemente bella y olorosa,
viene envuelta en verdor y es mariposa
que aletea en los versos del poeta.

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