I
Te has traído, hijo mío,
cierto aspecto de viejo:
la carita arrugada,
las manos con pellejos.
Envuelto en tus pañales
y abrigados pañuelos,
apenas se te ven
cuatro pelitos negros.
Un envoltorio largo,
un conito perfecto.
Pareces realmente
un bichito de cesto.
II
De Ariel hicimos Alel,
ahora, de Alel, Alelí,
de Alelí, Lelito y Lito,
de Lito, Litín… y así.
III
Yo no he encontrado nombre
más hermoso que Ariel,
tú sabrás, hijo mío,
lo que te haces con él.