En cada fuente entre las alamedas
lavé mi voz,
la pulí como un trozo de ónix
hasta dejarla transparente y celeste;
me la coloqué al cuello
(como pendiente de plata)
y así regresaré con ella
como si fuera una voz
que acaba de nacer.
En cada fuente entre las alamedas
lavé mi voz,
la pulí como un trozo de ónix
hasta dejarla transparente y celeste;
me la coloqué al cuello
(como pendiente de plata)
y así regresaré con ella
como si fuera una voz
que acaba de nacer.