Balada a una morena de Ricardo Dávila Díaz Flores

Morena como tus ojos y tu cabellera.
Tus ojos como tu piel y como tus ojos.
Tus manos pequeñas y finas como tus manos.
Tu cuello se parece a tu cuello.
Tu cuello en el que quiero dejar, por siempre,
el collar de mi tiempo a destiempo, a tu tiempo;
a tu tiempo que vas trazando con tus piernas,
a tu ritmo, a tu tono.
A tu ritmo que sólo puede parecerse a tu ritmo.

Como tu cadera pequeña tu cintura;
tu cintura que quiero levantar para beber tu vida;
tu vida simple y delgada como tus brazos,
como el perfil de tus uñas,
como las líneas de tus pestañas y las de tu mano.

Morena.
Morena como tus ojos y tu cabellera
y tu cabellera alegre como tu voz que canta,
que vuela como tus manos y como tu mirada.
Tu mirada que mira como mira tu alma;
tu alma discreta y escondida como tu cuerpo.

Tu rostro igual a la luz de tu rostro,
a la luz que gira y rueda como tu risa.
Tu risa idéntica a tu risa,
a tu alegre cabellera y a tu prisa.

Tu frente alta como tu espalda.
Tus hombros abismados como tu barbilla;
tu barbilla graciosa y noble como tus pestañas,
tus pestañas parecidas al recuerdo de cuando eras niña.

Y tus labios, ah, tus labios,
y el perfume que persigue a tu perfume,
y la sombra que persigue a tu presencia.

Eres un recuerdo tuyo;
un recuerdo parecido a tu ausencia.
Me recuerdas a ti cuando te miro,
sola, simple,
infinita en tu propia belleza.