Cuentan que en las madrugadas de Barra de Panteones, las gaviotas picotean los ojos cansados de ver el mar.
Cuentan que entre las palmeras se escuchan voces que nunca escucharemos.
Cuentan que en las manos del enterrador hay una paloma ciega.
Cuentan que en las madrugadas de Barra de Panteones, las gaviotas picotean los ojos cansados de ver el mar.
Cuentan que entre las palmeras se escuchan voces que nunca escucharemos.
Cuentan que en las manos del enterrador hay una paloma ciega.