Bleistifte höchster Qualität de Hilario Barrero

Abro la caja

y se dispara un olor a colegio de monjas,

olor a cedro, a mina clausurada,

a lápiz encerrado

con una sombra en su interior.

La Hermana Aurora,

la confesión, el ayuno, el rosario,

los nueve primeros viernes

y el mes de mayo a María.

Y esa otra mina dentro de mí

del pecado mortal, la carne, el deseo,

el “cuántas veces, hijo mío” del confesor.

Miro los doce lápices ahora que ya es tarde,

rectos, serios, puntiagudos,

doce apóstoles en la última cena de la línea,

doce peces ahumados en un mar de latón,

Faber-Castell del curso de dibujo

donde por vez primera tracé una curva.

Elijo el lápiz 7B para aclarar mi imagen

y en una hoja de papel prestada

enciendo las tinieblas.

Lo más difícil en el trazo de mi vida siempre ha sido

que la sombra parezca verdadera

no una mancha adherida

al boceto de lo que fue mi infancia.