Tú
en la pureza de los círculos concéntricos
que crecen y se evaden
desde secretos puntos de armonía.
Tú, en el minuto que conmemora
la dulczura inefable del perfil
y la inocencia de las manos unidas
en un solo pulso,
en un salto a otro espacio, en una sangre única.
Cielo de aguas de olvido.
Frescor perezoso de palmeras inexistentes.
Fuente recién abierta. Aguasangre
que a través de las venas de la tierra
viene del seno de una campesina,
nace en el corazón de una madre
que canta una canción de cuna
y brota en ese punto donde se rompe
la vena más débil y amorosa de la tierra.
Tú, desde el cielo de la frente
hecha para el vuelo de los más puros pensamientos,
hasta el rastro de música apagada
que deja el pie desnudo
en la arena de una playa nocturna, aún
no descubierta.
Las palabras nos separan
y nos demoran el amanecer de los besos.
La madrugada de los ojos en los ojos.
Por eso el dedo índice sobre mis labios
te contruye el silencio,
esa atmósfera dodnde alientas
y que te crea de nuevo,
deleitándose en cada forma
con la pasión de un escultor.
Por mi silencio existes.
No necesitas la realidad de la forma,
ni la piel, ni el relieve de las venas…
ni el contorno del labio superior.
Prescindes ya del nombre.
Yo espero otro para nombrarte,
un nombre que convenga a tu ser nuevo.
El nombre que los ángeles pronuncian en voz baja
y aún no ha abierto su flor al borde de mi oído.