Cantares de Estanislao del Campo

Cuando yo tomo la pluma
Y saco a luz mi cuaderno,
Hagan de cuenta que agarro
Mi guitarra por el cuello

Para ver si soy poeta
Fíjate, niña, tan solo
En que lloro cuando canto
Y que canto cuando lloro.

Yo mojo en llanto mi pluma;
¡Sarcasmo de hado funesto
Que siendo mi alma tan blanca
Me ha de servir de tintero!

En tu casa me aborrecen
Sin más que porque te quiero:
Es decir que si te odiara
Me querrían con extremo.

Dicen que soy horroroso:
Por la lisonja, mil gracias:
Mirá tu mi corazón
Y prescinde de mi cara

La cicatrices del rostro
Poco me importan, o nada;
las que me importan, y mucho,
Son las que tengo en el alma.

Se me figuran que son
Tus lindos ojos, morena,
Dos legunas de azabache
En que la luna rïela.

¿Qué tienen, niña, tus labios,
Que cada vez que los miro
Siento, con sorpresa grande,
Que se me estiran los míos?

Mira: —si fuera pastor
Y si tú, pastora fueras.
Me parece que andarían
Mezcladas nuestras ovejas.

Cuando te veo cavilo
En el contraste tremendo
Que hace tu vestido blanco
Con tu corazón tan negro.

Es tu ventana un altar,
Una deidad tu persona,
MI amor un ardiente culto,
— ¿Podré contar con La Gloria?

Me enviaste un día una cruz
Y desde entonces me digo: —
¿Significa esto Fe
O querrá decir Martirio?

Ella vino en un pañuelo
De Cambray de hilo bordado;
¡Ay, Lucila! ¡Cuántas veces
Enjuagué con el mi llanto!