ALCETA
Oye, Meliso: he de contarte un sueño
de esta noche, que vuelve a mi memoria
al contemplar la luna. Yo me hallaba
en la ventana que da al prado, a lo alto
mirando, y he aquí que de improviso
la luna se desprende, y me parece
que cuanto en su caer va aproximándose
tanto crece a la vista; en fin, que vino
a dar de golpe en medio el prado; y era
tan grande como un cántaro, y de chispas
vomitaba una niebla, que chirriaba
cual carbón encendido que en el agua
se sumerge y se extingue. De este modo,
la luna, como he dicho, sobre el campo
se apagó poco a poco, ennegreciéndose,
y alrededor las yerbas humeaban.
Vi entonces que en el cielo había quedado
un vislumbre, una huella o bien un nicho
donde ella fué arrancada, de manera
que me helé de terror, y aun me estremezco.
MELISO
Y bien has de temer, que fácil cosa
fuera caer la luna entre tu campo.
ALCETA
¿Quién lo sabe? ¿No vemos en verano
las estrellas caer?
MELISO
Tantas estrellas
hay, que no importa que una u otra caiga,
si mil han de quedar. Pero la luna
está sola en el cielo, y de ninguno
nunca caer fué vista sino en sueños.
Versión de Diego Navarro