A Italia Canto I

¡Italia mía! Miro muros, arcos,
columnas, simulacros, las caídas
torres de nuestros padres;
mas no encuentro la gloria,
ni el hierro y los laureles que abrumaban
a nuestros ascendientes. Hoy, inerme
el seno muestras y la sien desnuda;
¡cielos!

 » Leer Mas…

A la luna Canto XIV

Oh tú, graciosa luna, bien recuerdo
que sobre esta colina, ahora hace un año,
angustiado venía a contemplarte:
y tú te alzabas sobre aquel boscaje
como ahora, que todo lo iluminas.
Mas trémulo y nublado por el llanto
que asomaba a mis párpados, tu rostro
se ofrecía a mis ojos, pues doliente
era mi vida: y aún lo es, no cambia,
oh mi luna querida.

 » Leer Mas…

El sueño Canto XV

Era el alba, y detrás de los postigos
por el balcón el sol insinuaba
la luz primera en mi cerrada alcoba;
cuando en el tiempo que es más leve el sueño
y más suave cubre las pupilas,
junto a mí vino, y me miró ala cara
el simulacro de la que primero
el amor me enseñó, y me dejó el llanto.

 » Leer Mas…

A su dama Canto XVIII

Cara beldad que, ausente,
amor me inspiras, o escondiendo el rostro
salvo que el alma ardiente
en el sueño tu sombra no sorprenda,
o en el campo en que esplenda
mas claro el día y la creación más pura,
¿acaso el inocente Siglo de Oro
colmaste ventura,
y eres en esta vida alado espíritu,
u ocultándote ahora suerte avara
para futuras horas te prepara?

 » Leer Mas…

Canto XX La resurrección

Yo imaginé que, íntegro,
en mis años floridos
el dulce afán faltaba
de la primera edad ;
el afán, el ternísimo
latir del hondo pecho,
todo lo que en el mundo
hace grato el vivir.

¡Cuántas quejas y lágrimas
vertí en el nuevo estado,
cuando en mi pecho frío
hasta el dolor faltó!

 » Leer Mas…

A Silvia Canto XXI

¿Todavía recuerdas
de tu vida mortal, Silvia, aquel tiempo,
en el que la beldad resplandecía
en tus ojos huidizos y rientes,
y alegre y pensativa, los umbrales
juveniles cruzabas?

Resonaban las calmas
estancias, y las calles
vecinas con tu canto inagotable,
mientras a las labores femeniles
te sentabas, dichosa
de aquel vago futuro de tus sueños.

 » Leer Mas…

A sí mismo Canto XXVIII

Reposarás por siempre,
cansado corazón! Murió el engaño
que eterno imaginé. Murió. Y advierto
que en mí, de lisonjeras ilusiones
con la esperanza, aun el anhelo ha muerto.
Para siempre reposa;
basta de palpitar. No existe cosa
digna de tus latidos; ni la tierra
un suspiro merece: afán y tedio
es la vida, no más, y fango el mundo.

 » Leer Mas…

Canto XXXI El retrato de una bella mujer esculpido en el monumento sepulcral de la misma

Tal fuiste: hoy bajo tierra
polvo, esqueleto eres. Sobre el fango,
inmóvilmente colocado en vano,
mudo, mirando de la edad el vuelo,
está, de la memoria
y del dolor custodio, el simulacro
de la muerta hermosura. La mirada
dulce, que hacía temblar si, como ahora,
se fijaban en otro; el labio, donde
el placer derramábase
cual de urna llena; el cuello, circuído
ya de deseo; la amorosa mano,
que a menudo, al posarse,
sintió helada la mano que oprimía,
y el seno, ante el que todos
se tornaban visiblemente pálidos,
fueron un tiempo; huesos
y fango eres ahora;
visión tan triste oculta hoy una piedra.

 » Leer Mas…

Canto XXXIII El ocaso de la luna

Como en noche callada,
sobre el campo argentado y la laguna,
donde aletea el céfiro
y mil aspectos vagos
y objetos engañosos
fingen lejanas sombras
en las ondas tranquilas,
en setos, lomas, villas y ramajes,
junto al confín del cielo,
tras de los Alpes o del Apenino
o del Tirreno en lo hondo,
cae la luna, y el mundo palidece;
las sombras huyen, y una
oscuridad envuelve monte y valle;
ciega la noche queda,
y, cantando con triste melodía,
la última luz del fugitivo astro
que fué su guía hasta ahora
saluda el carretero en su camino,

así también se aleja
y la vida abandona
la juventud.

 » Leer Mas…

Canto XXXV Imitación

Lejos del propio ramo,
pobre boja delicada,
¿adónde vas? Del haya
allá donde nací, me arrancó el viento.
Él, retornando, al vuelo
del bosque a la campiña,
del valle a la montaña me conduce.
Con él, perpetuamente,
voy peregrina, y lo demás ignoro.

 » Leer Mas…

Canto XXXVI Pasatiempo

Cuando muchacho vine
a entrar en disciplina con las Musas.
Una de ellas cogióme de la mano
y durante aquel día
en torno me condujo
para ver su oficina.
Me mostró uno por uno
los útiles del arte,
y el distinto servicio
a que cada uno de ellos
se emplea en el trabajo
de la prosa y el verso.

 » Leer Mas…

Canto XXXVII Fragmento

ALCETA

Oye, Meliso: he de contarte un sueño
de esta noche, que vuelve a mi memoria
al contemplar la luna. Yo me hallaba
en la ventana que da al prado, a lo alto
mirando, y he aquí que de improviso
la luna se desprende, y me parece
que cuanto en su caer va aproximándose
tanto crece a la vista; en fin, que vino
a dar de golpe en medio el prado; y era
tan grande como un cántaro, y de chispas
vomitaba una niebla, que chirriaba
cual carbón encendido que en el agua
se sumerge y se extingue.

 » Leer Mas…