Ha vuelto a la maleza después de algunos años.
Se han borrado caminos, el puente se ha caído,
el agua corre espesa y parece más hondo el precipicio.
Los cuerpos que ofrecieron su belleza
han desaparecido fulminados después de aquel verano
o muertos de cansancio y de vejez más tarde.
Siguen las sombras cerrando el laberinto,
oscureciendo el hilo que a algunos de nosotros nos salvó.
Salvados sí pero bien muertos
que desde entonces nadie ha vuelto su rostro
a nuestro paso.
Sigue también la vida:
dos cuerpos con los torsos desnudos,
dos carbones a punto de encenderse,
abrazados se ocultan en lo oscuro
sin saber si saldrán victoriosos
o serán perfumados por el rosal de la espesura.