La mano y el favor de la Cirene,
a quien Apolo amó con amor tierno;
y el agua consagrada de Hipocrene,
y aquella lira con que del Averno
Orfeo libertó su dulce esposa,
suspendiendo las furias del infierno;
la célebre armonía milagrosa
de aquel cuya testudo pudo tanto,
que dio muralla a Tebas la famosa;
el platicar suave, vuelto en llanto
y en sola una voz, que a Júpiter guardaba,
y a Junio entretenía y daba espanto;
quisiera que alcanzaras, Musa mía,
para que en grave y sublimado verso
cantaras en loor de la Poesía.