Húmeda y germinada en el deseo,
extraña ante un perfil que desconozco,
cierro puertas,
clausuro el país de la fiebre.
Las personas que amo me ven partir;
se quedan con mi cáscara baldía.
Soy un navío
con el timón varado frente al risco
desde donde despeño la palabra,
prisionera de muros caducos
que asedia un vendaval estéril.
Detrás del empellón del pensamiento
se yerma mi surco de ternura.
Soy un mármol que niega
el beso elemental,
el dulce instante,
prodigando alabanzas
al verbo:
mi verdugo.