Conducida en su galera
prisionera
fui cruzando el mar azul;
mucho lloré; sordos fueron;
me vendieron
al sultán en Estambul.
Él me llamó hurí de aroma,
que Mahoma
destinaba a su vergel;
de Alá gloria y alegría,
luz del día
paloma constante y fiel.
Vi en un murallado suelo
cómo un cielo
de hermosuras de jazmín,
cubiertas de ricas sedas,
auras ledas
disfrutaban del jardín.
Unas padecían celos
y desvelos;
lograban otras favor;
quién por desdén gemía,
quién vivía
sin un goce del amor.
Mil esclavas me sirvieron
y pusieron
rico alfareme en mi sien;
pero yo siempre lloraba
y exclamaba
con voz triste en el harén:
¿De que sirve mi belleza
la riqueza,
pompa, honor y majestad,
si en poder de adusto moro
gimo y lloro
mi perdida libertad?