Contra ti de Juan Cobos Wilkins

Jugar con pieles
rojas
o dejarte estoicamente arrancar la cabellera.

Encarcelado tras las rayas de un tigre
o, dentro de él,
ir deshojándole uno a uno los rugidos como pétalos
comestibles de una rosa en dulce árabe de miel.

Niño o pirata, sombra o reloj,
continuar, marcharse. No querer
escribir y hacerlo,
qué más da.

Esa devastadora indiferencia contigo mismo, el infantil
desdén, tan soberbio arañazo tuyo contra ti, son
fuego. El fuego ardido de los fuegos
fatuos. La llama
muerta, resucitada entre las llamas vivas.
Y sólo
el alfanje del alado guardián del poema
o paraíso es la frontera de tu más destructivo
deseo inalcanzable:
ser
inmortal, y, a la vez, expulsado.