«¿Qué tal, cómo has estado?»
El tono de tu voz, un tanto indiferente
heló mi corazón.
Subió mi pensamiento
por la cuesta empinada
del olvido y la ausencia-,
y me costó trabajo echar una mirada
a la curva vereda
que ya, para nosotros, permanece cerrada.
Poemas de Corina Bruni
Un día, risa loca-,
y otro, lágrimas;
sin que medien caricias ni querellas…
Son estados del alma
o de la mente,
que
-en forma ya consciente o subconsciente-
marcan el frágil rostro,
para siempre,
con el sello indeleble de sus huellas.
Busqué, en la espesa niebla,
un rayo cristalino.
Laceraron mis pies
las piedras del camino.
Rasgué la oscuridad
en busca del destino-,
y sólo hallé la nada.
Entonces -ya cansada-
quise oír el latido
de tu pecho de hombre;
y al hurgar en el fondo
de mi mente obcecada,
sentí que me quemaba el eco de tu nombre!
Desprendo una hoja, cada día,
del calendario, que me mira atónito-,
y,
en el desgarre que mi impaciencia deja,
creo escuchar
del número que fue, una débil queja.
La culpa no es de nadie;
no del día que pasa-,
ni de la noche,
que transcurre
amparada en la luz ya mortecina
de una lámpara antigua-,
ni del mismo destino, quizá,
ni de la vida
¿De quién será?_me digo,
mientras mis dedos
arrancan una hoja cada día…
Por no decir
en el momento exacto:
«Tú bien sabes que siempre te he querido…»
perdí la perspectiva de la vida,
y la felicidad tan perseguida
se escapó
por las calles del silencio.
Por un orgullo necio-,
¡qué fastidio!
¿Fue verdad o mentira?
¿Fue realidad
o fue tan sólo un sueño?
¿Fue un sentimiento vago-,
indefinible?
¿O fue un amor profundo?
No sabría decirlo-,
pero fue.
Niebla sin luz-,
y luz entre la niebla,
emergiendo en forma subrepticia;
existencia que brota -como gema-
del milagro que engendra una caricia.
El seno fecundado pone a prueba
la caricia,
que en feto se perfila-,
y se transmuta en lámpara votiva
en el instante en que la hora llega!
El tiempo teje-, y no cesa
un instante de tejer,
con los recuerdos de ayer
o el valor de una promesa.
Ahora ha desenrollado
su ovillo de lana verde,
para tejer -lentamente-
las emociones del año.
Y escogerá sentimientos
armoniosos o contrarios,
con que adornará muestrarios
para lanzar a los vientos.
Se me escapa la noche
entre encajes de sombras…
Se me escapan -despacio-
los latidos del pecho.
Se me escapa la dicha;
se me escapa la calma…
Y,
aunque yo me resista
-con profusión de lágrimas-
¡se me escapa hasta el alma!
El eco de tu voz,
que me persigue en mis horas de insomnio,
es un lamento…
Y pienso:
«Quizá estás triste»,
quizá estás solo bajo el firmamento…
Tu soledad se funde en mi presente.
Con las manos crispadas,
intento, en vano, atrapar el viento
que se lleva el eco de tu voz…
Y un suspiro me dice:
«No podrás; se disolvió», lo siento!..