Contento estoy con este cuarto humilde
de ventana a la calle y puerta al patio.
Acabo de almorzar, en él me encierro
Y en su cama me tiro largo a largo.
El campo duerme y hay silencio en casa,
tal vez chilla un molino o canta un gallo.
Mi cuarto fresco está y envuelto en sombras,
dejo tan sólo entrar un débil rayo.
Doblo la almohada, mi costumbre vieja,
echo mano al estante, un libro bajo:
Berceo, o Ruiz, o Rojas, o Cervantes,
fluyen, para mí solo, largo rato.
Cáeseme el libro, descabezo un sueño,
se abre una puerta, suenan unos pasos,
y una mujer morena se aparece
con un mate dorado en una mano.