Tú sabes que no es fácil
que vuelvan a brotar esos gladiolos
Decir que en otro orden la luna el mar existen
Que grullas cenicientas transporten en su pico
la tormenta que sus sílabas puedan
relampaguear en tu poema
No es fácil que no te tiemble el pulso
ante el recuerdo de tantos amasijos de hierro
enmudecidos o de quien rehaciéndolos
quiso darles su voz sobre los campos
de pétalos cruzados en tallos de agonía
Que después de la noche cavada
ya ninguna palabra pueda ser pronunciada
ni escrita con su traje indigente
Y el peso de su color raído
Ha minado las capas muchos de sus tejidos:
belleza vaciada
en un negro agujero de polilla
¿Pero acaso no es ésta
la artífice de esa perforación?
Las palabras son panes que se amasan de nuevo
con esa levadura del día
Para mostrar las cosas los seres sus carencias
de mí a tu otro tacto
Transformándolas al calor que las dore
Y las haga olvidar en su corteza formada
los rumores los gestos todas las manos
que tú sabes en su interior habitan
Para poder vivir:
Dar vida cantar su muerte