De «El ciclo satánico» de Carmen Jodra

1. Me mira. Pero no desde la altura…

Me mira. Pero no desde la altura,
como el Otro miraba,
sino asentado en la terrena grava,
sobre la roca dura.

Sonríe con sonrisa tan impura,
que la reina de Saba
no era más seductora que Él; me alaba,
como a fruta madura.

Yo rehuyo sus ojos en el suave
espejo de la alberca,
pero estoy deseando, y Él lo sabe,

ceder. Me olvidaré de Buda y Cristo
por verle más de cerca.
¡Mi Señor, Lucifer, Satán, Mefisto!

* * *

2. La soledad, no el ocio como dicen…

La soledad, no el ocio como dicen,
es la madre del vicio.
Yo, para descender el precipicio,
aguardé hasta que nadie me mirara.

Al dejar que mis manos se deslicen
por la pared de roca,
cuido siempre que no haya ojo ni boca
que hable de mí ni pueda ver mi cara.

Lo que entonces no hice
fue sospechar que acaso,
invisible, miraba y sonreía

el Mismo que hoy se dice:
«Ya dado el primer paso,
esta pobre muchacha será mía».

* * *

3. Hoy viene a verme. Él, Él en persona…

Hoy viene a verme. Él, Él en persona.
No intento resistirme, por supuesto.
Irónico y burlón, llega dispuesto
a «salvarme de lo que me obsesiona»:

tal dice. Su belleza desentona
con el eterno universal denuesto
de que le han hecho objeto; aparte de esto,
me ofrece lo que nunca se perdona.

Tendiendo, en fin, el ominoso pliego,
me ha mirado con ansia tan humana
que chispean sus ojos como el fuego.

¡Un alto precio por una manzana!
Temblando igual que Él, respiro y niego,
pero no sé lo que diré mañana.

* * *

4. ¿Cómo pude dudar? ¿Cómo he podido…

¿Cómo pude dudar? ¿Cómo he podido
vivir sin vida todos estos años?
Por evitarme daños, tuve daños,
y huyendo penas, penas me han venido.

¡Cuánto tiempo, cuánto placer, perdido
en virtud, muerte, ritos tan extraños
como inflexibles, místicos engaños,
humillaciones, Dios! ¡Qué buena he sido!

Me arrepiento del tiempo en que fui buena,
viviendo sin gozar el prodigioso
fulgor del mal, quebrando mi destino.

Y ahora que su goce me envenena,
¿cómo negarse, si es tan delicioso,
o cómo retornar al buen camino?

* * *

5. Cuando una tiene sangre de ramera…

Cuando una tiene sangre de ramera,
brutal desprecio hacia la mayoría,
tendencia a decir no a todo consejo
e inclinación al mal por el mal mismo,

no podría ser casta aunque quisiera,
integrarse en la masa no podría,
y sin conseguir nada se hará viejo
quien intente apartarla del abismo.

Pero además ocurre
que ella no pondrá nada de su parte.
Ya tiene, y hace, y es, lo que prefiere;

pensar siquiera en la virtud aburre
a quien ha hecho del vicio todo un arte,
y ni encuentra salida, ni la quiere.

* * *

6. Tampoco es esto lo que yo buscaba…

Tampoco es esto lo que yo buscaba.
Es mucho, pero aún no es suficiente.
No es más que otro camino diferente
que no lleva tampoco a parte alguna.

La pena sigue, si el placer acaba;
el más bello pecado no es potente
para cambiar las cosas, y el doliente
llora como lloró desde la cuna.

Ni la perversidad más deliciosa
logrará que me sienta yo dichosa,
como antes la virtud no lo lograba.

Ya tengo, y hago, y soy, lo que prefiero;
de acuerdo, claro… pero
tampoco es esto lo que yo buscaba.

* * *

7. Nada

Sobre las altas bóvedas del cielo,
yo habité los palacios donde el hielo
brilla en azul, y en busca de consuelo
me embriagué de licores celestiales.

Y en las cámaras bajas del subsuelo,
los antros llameantes del desvelo
y del vicio, y en busca de consuelo
me emborraché con vinos infernales.

Ahora quieren que elija: o uno u otro.
No saben que, una vez la elección hecha,
seguiría buscando, insatisfecha

criatura a medio hacer, sobre la cresta
de la duda hasta el fin, y no hay respuesta
posible, nada, nunca…

Ni Uno ni Otro.