De «El Doctor Glas» de Thomas Bernhard

Editorial Seix Barral, S.A. Barcelona, 1967
Título original de la obra: «Doktor Glas»
Traducción de Gabriel Ferrater

Fragmentos:

13 de julio

Tengo días grises y momentos negros. No soy feliz.
A pesar de todo, no conozco a nadie con quien quisiera cambiarme;
el corazón se me encoge al imaginar que yo pudiera ser tal o tal otro de mis conocidos.
No, no quisiera ser ninguna otra persona.
En mi primera juventud sufrí mucho por el hecho de ser feo, y en mi abrasador deseo
de ser guapo me tenía por un monstruo de fealdad. Ahora sé que mi aspecto es
más o menos el de todo el mundo. Lo cual tampoco me pone muy contento.
No me hago grandes ilusiones sobre mí mismo, ni en la cáscara ni en las entrañas.
Pero no quisiera ser otra persona.
Queremos ser amados, a falta de esto admirados, a falta de esto temidos, a falta de esto
odiados y despreciados. Queremos suscitar en los demás alguna especie de sentimiento.
El alma aborrece el vacío, y quiere tener contactos a cualquier precio.

* * *

14 de agosto

Quisiera tener un amigo en quien confiar. Un amigo con quien aconsejarme.
Pero no tengo a nadie, y si tuviera a alguien -de todos modos hay límites a lo que uno
puede exigir de los amigos.
Siempre he sido bastante solitario. He acarreado mi soledad por entre la multitud,
como el caracol su casa. Para algunos, la soledad no es una circunstancia en que
han ido a dar, sino un rasgo del carácter. Y mi soledad me ha enseñado una gran verdad:
ocurra lo que ocurra, tanto si las cosas salen bien como si salen mal, mi «castigo» será
siempre la prisión perpetua en incomunicación.

* * *

Quién fue el que dijo: «La vida es corta, pero las horas son largas».
Tenía que ser un matemático como Pascal, pero me parece que fue Fénelon.
Lástima que no fui yo.

* * *

4 de setiembre.

Los días vienen y se van, y uno es igual que otro.
Y la inmoralidad sigue prosperando, a lo que veo. Hoy, para variar la monotonía,
ha sido un hombre el que ha venido a pedirme que sacara de apuro a su amiguita.
Hablaba de viejos recuerdos y del profesor Snuffe del Ladugaardsland.
Estuve incorruptible. Recité en su honor el juramento hipocrático. Le impresionó tanto
que me ofreció doscientas coronas por adelantado y otras tantas post facto, junto
con su inquebrantable amistad para toda la vida.
Resultaba casi conmovedor: no parecía ser rico.
Lo eché.

* * *

7 de septiembre.

De tiniebla en tiniebla.
Vida, no te comprend0. A veces siento un mareo en el alma, cuchicheos y avisos y murmullos de que
me he extraviado. Lo he sentido hace un rato. Entonces he examinado el expediente de mi proceso:
las hojas de diario mediante las cuales interrogo mis dos voces interiores, la que quería y la que no quería.
Las he leído y releído, y no puedo menos de creer que la voz a la que finalmente obedecí era la que tenía razón,
y la otra la que sonaba a hueco. La otra voz era tal vez la más prudente, pero de escucharla habría perdido
todo respeto por mí mismo.
Y sin embargo… sin embargo…
He empezado a soñar en el pastor. Era de prever, claro, pero justamente por esto me sorprende.
Creí que podría librarme de esa prueba, precisamente porque la tenía prevista.

Comprendo que al rey Herodes le disgustaran esos profetas que andan por ahí resucitando los muertos.
Los tenía en gran estima por lo demás, pero reprobaba esa rama de sus actividades…

Vida, no te comprendo. Pero no digo que sea culpa tuya. En que yo sea un hijo desnaturalizado me parece
más verosímil que el que tú seas una madre indigna.
Y al fin empieza a despuntar en mí cierto presentimiento: que lo planeado no era que el hombre
comprenda la vida. Todo ese frenesí de explicar y comprender, toda esa persecución de la verdad,
es tal vez un extravío. Bendecimos el sol porque nos separa de él la distancia precisa que nos lo hace útil.
Unos pocos millones de millas más cerca o más lejos, y nos asaríamos o helaríamos. ¿Y si con la verdad
pasara como con el sol?
El viejo mito finlandés dice: el que ve la cara del dios tiene que morir.
Y Edipo. Resolvió el enigma de la esfinge y fue el más desgraciado de los hombres.
¡No resuelvas enigmas! ¡No preguntes! ¡No pienses! El pensamiento es un ácido que corroe.
Al principio crees que sólo va a corroer lo que está podrido y enfermo y que es mejor amputar.
Pero el pensamiento piensa de otro modo: corroe ciegamente. Empieza por la presa que le arrojas de mejor grado,
pero no creas que con ella se sacia. No para hasta devorar tu última y más querida reserva.
Tal vez yo no hubiera debido pensar tanto; tal vez hubiera hecho mejor prosiguiendo mis estudios.
«Las ciencias son útiles porque impiden que los hombres piensen». Un hombre de ciencia lo dijo.
Más me hubiera valido tal vez vivir la vida, como dicen, o dar gusto al gusano, como dicen también.
Mejor ir a esquiar y jugar al fútbol, hacer una vida sana y alegre, con mujeres y niños. Mejor casarme y echar niños
al mundo, mejor hacer lo debido. Cosas así son agarres y soportes. Tal vez ha sido también una tontería el no haberme
arrojado a la política y presentado a elecciones. También la patria nos necesita. Bueno, para eso tal vez quede tiempo todavía …
Primer mandamiento: no comprenderás demasiado.
Pero el que comprende este mandamiento, ése ya ha comprendido demasiado.
Me mareo, todo da vueltas a mi alrededor.
De tiniebla en tiniebla.

Editorial Seix Barral, S.A. Barcelona, 1967
Título original de la obra: «Doktor Glas»
Traducción de Gabriel Ferrater