Versión de Miguel Sáenz
De «Ave Virgilio» 1959-1960
Ediciones Península, Barcelona 1988
«Ave Virgilio fue escrito en los años 59 y 60 en Inglaterra, sobre todo en Oxford, y en Sicilia, sobre todo
en Taormina.
Versión de Miguel Sáenz
De «Ave Virgilio» 1959-1960
Ediciones Península, Barcelona 1988
«Ave Virgilio fue escrito en los años 59 y 60 en Inglaterra, sobre todo en Oxford, y en Sicilia, sobre todo
en Taormina.
[…]los infelices: los miserables: no es un cuento de hadas,
estoy en la sala del tribunal y sigo el proceso que he elegido, decido irme
del palacio de justicia, me abro paso entre la gente, bajo la escalera,
quiero hacer una pausa,
estoy junto al río,
sobre la montaña,
otra vez abajo en el río,
camino así dos, tres horas, sin tener un solo pensamiento, sólo veo imágenes,
nada más que imágenes:
mirar al río: durante semanas el único placer, el único cambio,
la única posibilidad de no hundirse,
los provincianos del föhn, estupideces,
por lo menos tres veces al año tiene que someterse elcatedrático
a una pequeña operación de ojos complicada: con una enfermedad tan avanzada
y en la mala situación económica en que se encuentra, con esosespecialistas tan caros:
ahora no ve más que sombras, sombras y nada más que sombras,
su mujer le pone la mano delante de la cara, pero él ve nada,
ella le taladra el cerebro con su taladro,
lanza algunas invectivas a sus hijos que corretean por el el prado,
les dice que vengan: paseo del domingo por la tarde:
abofetea a sus hijos, reparte sin motivo alguno bofetadas en vez de manzanas,
hasta que se agota: os criáis como cerdos, dice: oyen el tañido del martillo de
una campaña: luego la desolación se extiende sobre sus cabezas de pleno verano,
el catedrático dice: el mundo es aburrido, el mundo es aburrido entre dos y es aburrido solo,
prolonga la palabra cínico hasta que se rompe,
Dios es un gran cínico, dice, Dios es una mentira,
y a su mujer: ¿por qué no me guías?, no veo, ¿no ves que no veo?
Editorial Seix Barral, S.A. Barcelona, 1967
Título original de la obra: «Doktor Glas»
Traducción de Gabriel Ferrater
Fragmentos:
13 de julio
Tengo días grises y momentos negros. No soy feliz.
A pesar de todo, no conozco a nadie con quien quisiera cambiarme;
el corazón se me encoge al imaginar que yo pudiera ser tal o tal otro de mis conocidos.
Dura legge d’Amor! ma, ben che obliqua,
Servar convensi; però ch’ella aggiunge
Di cielo in terra, universale, antiqua«Petrarca, «I Ttriunfi»
I
La hoja de palma se parte con la nieve,
las escaleras se derrumban,
la ciudad yace tiesa y brilla
en el extraño resplandor de invierno.
Larga es la noche,
larga para el hombre
que no puede morir, largamente
se tambalea bajo farolas
su ojo desnudo y su ojo
cegado por el aliento de aguardiente, y el olor
a carne mojada bajo sus uñas
no siempre le aturde, oh dios,
larga es la noche.
Vienen días más duros.
El tiempo postergado hasta nuevo aviso
asoma por el horizonte.
Pronto tendrás que atarte los zapatos
y correr los perros de vuelta a las granjas marismeñas.
Pues las vísceras de los peces
se han enfriado al viento.
De nuevo metemos los dos las manos en el fuego,
tú, para el vino de la noche largamente embodegada,
yo, para la fuente de la mañana, que desconoce los lagares.
Aguarda el fuelle del maestro, en quien confiamos.
Al sentir el calor de la preocupación, el soplador se acerca.
Tu sombrero se levanta despacio, saluda, y vuela al viento,
tu cabeza desnuda enamora a las nubes,
tu corazón tiene que hacer en otra parte,
tu boca asimila lenguas nuevas,
la hierba tembladera menudea por aquí,
el verano apaga y enciende los ásteres con un soplo,
ciego por los copos levantas el rostro,
ríes y lloras y te hundes en ti,
qué más ha de ocurrirte –
¡Explícame, amor!
Osa Mayor, baja, hirsuta noche,
animal de piel de nubes con ojos viejos,
ojos de estrellas,
por la espesura irrumpen relucientes
tus patas con las garras,
garras de estrellas,
mantenemos despiertos los rebaños,
pero encantados por ti, desconfiamos
de tus flancos cansados y de tus dientes
agudos y semidescubiertos,
vieja osa.
Sale del atrio celestial templado de cadáveres el sol.
No están allí los inmortales,
sino los caídos en batalla, oímos.
Y el esplendor no repara en la putrefacción. Nuestra deidad,
la Historia, nos ha dispuesto una sepultura
de la que no hay resurrección.
Pero adónde vamos
no te preocupes no te preocupes
cuando oscurece y cuando viene el frío
no te preocupes
pero
con música
qué debemos hacer
alegre y con música
y pensar
alegre
cara a un final
con música
y adónde llevamos
mejor
nuestras preguntas y el escalofrío de todos los años
a la lavandería de sueños no te preocupes no te preocupes
pero qué ocurre
mejor
cuando sobreviene
un silencio de muerte.
1
¡Callad conmigo, como callan todas las campanas!
En la placenta de los horrores
buscan las sabandijas alimento nuevo.
Públicamente, cuelga los Viernes Santo una mano
en el firmamento, le faltan dos dedos,
y no puede jurar que todo,
todo, no haya sido y que nada
será.
Bajo un cielo extraño
sombra rosas
sombra
sobre una tierra extraña
entre rosas y sombra
dentro de un agua extraña
mi sombra
Como Orfeo, toco
en las cuerdas de la vida la muerte,
y ante la belleza de la tierra
y de tus ojos, que administran el cielo,
sólo sé decir cosas sombrías.
No olvides que también tú, de pronto,
aquella mañana, cuando tu lecho
todavía estaba húmedo de rocío y el clavel
dormía junto a tu corazón,
viste el río oscuro
pasar a tu lado.
Silencioso verde a el tilo en el verano inaugurado,
muy apartada de las ciudades tiembla
el brillo opaco de la luna diurna. Ya es mediodía,
ya se agita en la fuente el chorro,
ya se alza bajo el destrozo
el ala maltratada del pájaro de fábula,
y la mano, desfigurada por tirar la piedra,
cae en el despertar del trigo.
Ya no se declara la guerra,
se prosigue. Lo inconcebible
se ha hecho cotidiano. El héroe
permanece alejado de los combatientes. El débil
ha avanzado hasta las zonas de fuego.
El uniforme de diario es la paciencia,
la condecoración, la mísera estrella
de la esperanza sobre el corazón.
Llegué a las dehesas
cuando ya era de noche,
olfateando en los prados la hierba
y el viento antes de levantarse.
Ya no pastaba el amor,
las campanas se habían extinguido
y los haces de hierba endurecido.
En el suelo había un cuerno clavado
por el obstinado animal de guía
hundido en la oscuridad.
Usados en común: estaciones del año, libros y una música.
Las llaves, los boles de té, la panera, sábanas y una
cama.
Un ajuar de palabras, de gestos, traídos, empleados,
gastados.
Un reglamento de casa observado. Dicho. Hecho. Y
siempre alargada la mano.
Nuestro campo es el cielo,
arado con el sudor de los motores,
frente a la noche,
bajo la intervención del sueño.
Soñado sobre calvarios y piras,
bajo el tejado del mundo, cuyas tejas
se ha llevado el viento -y ahora, lluvia, lluvia, lluvia
en nuestra casa y en los molinos
los ciegos vuelos de los murciélagos.