DE «EL REGRESO AL LIBRO» de Edmond Jabès

Dedicatoria 3

Allí donde la hierba aspira sólo a permanecer verde y el sílex a sentar testimonio de la separación del agua y de la arena,
el vínculo se vuelve libro y el libro universo.
El regreso al libro es la última parte de una obra que prosigue su camino en profundidad.
A lo largo de un relato que nos hace asistir a la destrucción del amor entre dos adolescentes judíos, sin tomar nunca forma narrativa, personajes imaginarios nos conducen, a través de preguntas y de diálogos, a las fuentes del lenguaje y de la meditación poética, donde «Dios es una interrogación de Dios».
Libro escrito dos veces, en el libro y fuera de él. Doble experiencia donde la condición de la palabra se confunde
con la condición judía, pues «judaísmo y escritura son una misma espera, una misma esperanza, un mismo desgaste».

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1. Canción

Al borde del camino
hay unas hojas
tan cansadas de ser hojas
que han caído secas.

Al borde del camino
hay unos judíos
tan cansados de ser judíos
que han caído al suelo.

Barran las hojas.
Barran a los judíos.

¿Vuelven a crecer las mismas hojas en primavera?
¿Hay una primavera para los judíos pisoteados?

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2. La soledad es la hierba del exilio…

-La soledad es la hierba del exilio, dijo Reb Acham. Si crees en las flores, crees en la tierra.
-No tengo tierra, respondió Reb Tessie. No poseo, pues, nada.
-Te daré un poco de tierra, dijo Reb Acham, en la que podrás vivir la vida de las raíces.
-Me ha parecido, hasta ahora, que compartía la existencia de las piedras. ¿Acaso eres tan rico,
Reb Acham, como para regalarme un jardín?
-El agua es señora de la arena, Reb Tessie. Extrae tu porción del pozo. El oasis está en la mano
húmeda.
-No tengo desierto, respondió Reb Tessie. No poseo, pues, nada.
-Te daré un poco de desierto, dijo Reb Acham, en el que hallarás agua.
-Me ha parecido, hasta ahora, que compartía la existencia del grano de arena. ¿Acaso eres tan
rico, Reb Acham, como para regalarme una fuente?
-Tú eres la fuente, Reb Tessie. Tú eres el agua arisca y el oloroso jazmín.

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3. Yo soy el aliento de mis libros…

Yo soy el aliento de mis libros, como el viento precipitado en el mar. Cada ola es de espuma y de agua suspendida;
todo valor, el que el cielo adopta; pero al alzar la ola, al inventar su forma y su ribete, el viento renace con ella,
recorre a su lado el océano hasta el agotamiento. Su potencia le viene de fuera, pero su voluntad le es propia.

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4. Ningún libro está rematado…

Ningún libro está rematado. ¿Tres veces he rehecho yo el mío? El sol se rodea de noche de estrellas y por la mañana
de seres de plumas cuyo recuerdo conservamos.
Leer el centelleo de los astros del sueño, el aleteo y el rapto del pájaro, folio tras folio, ¿no es reconocer a la escritura
la facultad suprema, que ostenta prioritariamente la muerte, de
transformar el mundo, de legitimar la imagen del universo en sus múltiples e incognoscibles cambios?
Prestigiosa carrera de la muerte. ¿Presencié sus comienzos? La muerte celebra la muerte fastuosa o comedidamente.
Toda marcha es premeditada; toda superación está provista de antenas. El muelle une la aguja a los doce labelos de la esfera.
La corona está entre nuestros dedos. La cifra franquea el eco.

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5. Las cortinas corridas

Matidez de las palabras, donde Dios habla,» sombra bienhechora,
con las cortinas corridas. En la página oscura, la línea prolonga
el pliegue, y el sueño la interlínea.
REB RISSEI

I
-La esperanza se encuentra en la siguiente página. No cierres el libro.
-He pasado todas las páginas del libro sin topar con la esperanza.
-La esperanza quizá sea el libro.

2
«En el diálogo que pretendo, está abolida la respuesta; pero, a veces, la pregunta es el fulgor de la respuesta.
Mi camino está cribado de cristales.»
Reb Librad
Y Yukel dijo:
Si la respuesta fuese posible, la muerte no caminaría junto a la vida, no tendría la vida sombra. El universo sería luz.
La contradicción es el grito del alma descuartizada en el instante. ¿No escribió Reb Sedra: «Éstas son las simientes
para tu campo: una simiente de vida, una simiente de muerte. La
semilla de vida alimentará tu muerte, la semilla de muerte alimentará tu vida»?

(«Acabará por vencerme la muerte. Dios sólo puede socorrerme en la nada.»
Reb Zeilein)

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6. Memorable eco

«Y quedó entendido que el eco sería llevado por el difunto eco y la aurora por las alas gigantescas
de la degeneración del día.»
Reb Sefira
Partida. Tú, hijo, te quedas.
Pasan, conmigo, las horas.
Estoy alIado y tan lejos.
Poseo las mañas de la caña,
pero sangro con el eco.
Mañana es tu futuro
y, quizá, el descanso mío.
(Nueva canción de cuna)

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7. No me viste…

No me viste
en el momento en que pasaba.
Te refugiaste entre nuestros muros
mientras yo llamaba.
No me oíste
de gruesos que son los muros.
Tus labios murmuraron mi nombre
y fue, de nuevo, la aurora.
U n día para nosotros dos
con el que ya no contaban el año
ni el amor
ni menos aún los hombres.
Un día
solo, como nosotros.

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8. La rosa de Jericó

Pongan a secar el húmedo libro.
Volverá a florecer por sus vocablos.
REB AYUM
«¡Huelan mi libro!», gritaba Reb Hamán,
«¿verdad que tiene el eterno perfume de las rosas?»

El grano de arena dijo a la naranja: «Llevaba el fruto en mi seno».
La naranja le respondió: «El mar se retiró mientras tú dormías.
¿Te encuentras más solo sin el grano de sal, tu sosia?
El agua dulce me ha devuelto a ti».

Y el último en llegar dijo:
«Tierra en la que reconozco mi forma de andar,
en la que mis pasos han esperado a mis pasos.
Tierra de la palabra asfixiada, revelada,
presa de la mirada y de las manos promovidas.
Tierra de la paciencia y del naranjo,
del precio de la paz y del peso de la esperanza.
Tierra que me vuelve a ver y hasta la cual he vagado,
sin saber que iba a ella, a mí mismo.»(…)

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9. Las perlas de sudor

«Tan cautiva en su discurrir estaba el agua que el sudor
nos parecía una fuente. »
Reb Vetah

La voz quiere el rostro
en que ya no vemos.
Ah, noche bochornosa sin luna.
(Cuaderno de notas de Yukel)

«Te llegó la vez de emprender el camino del exilio. ¡Ah!,
no estabas solo. De modo que caminabas solo.»
Reb Jessiah

«Tierra que abandono,
toda la sal de la vida
está en el recuerdo
que me hará morir .
Sujeto por el fondo
como el barco por el ancla.
El agua es mi agonía.»
Reb Secoth

Universo de mi quehacer en el que, como perlas de sudor en un pecho moreno, brilla la sed, ¿sabré distraer
de la aurora la página por escribir,
por enfriar con palabras precavidas, mejores que el agua bajo la roca?
La muerte posee la suavidad de la sombra. La sed se contenta con su cama.
Escribo mientras se despliega la noche.