El tiempo transita alrededor del enorme árbol pero no transcurre.
Los años siguen siendo iguales, los días, luchas sordas y arrancan de enjambres que tratan de satisfacer al presidente, cuyo santuario se encuentra en las ramas más altas de la estructura.
De ahí hace los gestos de complacencia o disgusto suficientes para que por toda la estructura corra un temblor helado.
En el tema del amor, el autor reflexiona de este modo en su entrevista con el inquisidor.
En mi caso la concepción del amor es algo constituido por una serie de vericuetos provenientes vaya a saber de qué lejanos atavismos que me fueron inculcados en la infancia.
No soy freudiano, pero esas cosa que se escuchan, o al menos se perciben, crean raíces profundas en el ser humano.
El sexo no es para mí como para muchos, la razón de ser del acercamiento.
La unión sobrepasa el límite del contacto físico para adquirir ese sacrum facere, esa sacramentalidad que le confiere un sentido místico, una magia inexplicable para quien desarrolla su vida entre las márgenes de un prosaísmo crónico de nuestros días, sin imaginación, sin sueños, sin verdadera poesía.
Sobre el paso del tiempo, el escritor mezcla reflexiones y sueños, que alternan en un plano en que la irrealidad invade el pensamiento, como una sucesión de historias que se superponen en la mente.
La sensación de pérdida que le causó el sueño fue tan intensa que sintió el deslizar de una lágrimas sobre sus mejillas.
No lloraba a los muertos, sino a su propia muerte, el final de su infancia, la huida de su juventud, el abandono de la madurez que cada año con mayor celeridad lo empuja hacia el abismo de una ancianidad inmisericorde, hacia el momento límite de la oscuridad y la ausencia definitivas.
En conclusión: Casola presenta después de 40 años como conmemoración de la aparición de La Catedral Sumergida, su novela de la madurez, en que la filosofía juega un papel preponderante, la sicología presta su ayuda para la profundización de la intimidad de sus personajes.
El lenguaje conceptual preciso, las descripciones claras, las frases escasamente adjetivadas le otorgan objetividad; las instancias relevantes de realismo, magia y fantasía matizan el relato, y le confieren dinamismo.
La variedad de técnicas crean el ritmo, que lejos de ser cansino le proporcionan conexiones y enlaces audaces y ligeros.
Es un libro para leerlo y reflexionarlo por la profundidad de su análisis de la realidad y la firmeza ante una sociedad cambiante en que lo ilusorio tiende a extenderse sobre la realidad que se oculta a los ojos del común de la gente, en que los referentes van desapareciendo y en que los recuerdos se vuelven borrosos porque sienten el vacío de la ausencia como parte del olvido.