De la propensión a los silencios largos de Consuelo Tomas

Llena de oscuridad mi boca es una piedra
en su inmovilidad oculta a los absurdos.

Huyo de mi lengua como de la ira
espanto las palabras para que no se posen
en el labio del niño que duerme
ignorando catástrofes y circos.

Las espinas de lo dicho
inundan la enorme gravedad del participio
y ningún verbo es voluntario
para rescatar el juicio o el prejuicio.

Acomodada entonces
en mi oficio transitorio de partícula
voy pareciéndome a la noche
protectora de ensombrecidos seres
que mataron el hambre con acentos
y calmaron su sed en los sepulcros.

El silencio es un pez en mi cabeza
felizmente alimentado con todas las palabras que no dije.