Debe ser el trigo. La parálisis
de los caballos en la pradera
inaccesible. Suena, resuena
una voz fusilada en la carrera.
(Nos llaman). No sé quién
está escribiendo:
‘cuidado con el arroyo,
puede matar cual espejo.’
Debe ser el trigo. Las vencidas
cortezas del viento: bronces
otoñales que no vuelan.
Pasivo el espanto,
entre las hojas sin tierra
ni linaje.
‘Hambres, hambrecitas
(nos llaman):
éste no es el campo,
jamás
vuestro campo.’