Acto de magia

me quedé recostado en
el sur
con el ceño arqueando
distancias y precipicios

abracadabra
repetí
por decenas

en los cristales empañados
la lengua de la burla
escribía desafío
y un duende
metía la magia
bajo los colchones

los pasteles del infierno
estaban fríos
y no sé quién preguntaba
por un plomero

abracadabra
repetí

y me quedé recostado
en los cristales
arqueando con el ceño
la lengua
de un duende
hasta
estrangularlo

en el su

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Al fondo

Aturdidos por tantos barrotes, tantos
suplicios en áridos climas, viajamos
sobre las letras fusiladas
de los cuestionarios. En los ojos
se han entreverado frágiles cortometrajes
donde somos una esquina lluviosa,
un almacén sin puertas
ante el alba, quebrados bastones
en las plazas del invierno.

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Armarios (fragmento 9)

Y te doy el hechizo de las eras
en las doradas fechas de placidez fecunda.
Y también el sello donde un ciervo
salta entre dos cartas
enviadas a regiones contrarias, equívocas.
Los documentos están aquí;
puedes incluir cualquier crepúsculo
en estas fotos rancias y en la firma
que tiembla al son
de algún astro descarriado.

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Bar, ese hombre

En el mostrador anudó su actualidad,
y el mar del tenebroso recipiente
lo llevó, remo a vaso,
vaso a remo, hasta la isla
de marca similar.

Las aves traían restos de navios,
leves escudos de rutas diluidas.

Para el infierno sobraban pasaportes,
sobraban días, cuando aquel mi temor
joven contemplaba la advertencia
de la isla.

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Corona

La llovizna partió.
En el cuarto, viejo
baúl de la noche, nicho,
mi vida se amontonaba.

(Allí, recuerdos
de sol nunca
llegaron).

Nadé hasta la última sombra
donde el nombre no soporta
su ventura: esperar
lo imposible
despacio.

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Debe ser

Debe ser el trigo. La parálisis
de los caballos en la pradera
inaccesible. Suena, resuena
una voz fusilada en la carrera.
(Nos llaman). No sé quién
está escribiendo:
‘cuidado con el arroyo,
puede matar cual espejo.’

Debe ser el trigo.

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El de los versos

vinculado al espionaje bajo letras

motivos del ser y el no ser descerraja
con lápiz carcomido a madrugadas

le pone lentes al espejo le pregunta
rostros

recurre al vértice oculto de la esfera
y se sienta en el giro y escribe

conmueve la pupila del cráter

le temen a los colmillos de sus
provocaciones

aunque conviva entre peros
él seguirá ejercitando alquimias
colonizando folios incautando
murmullos a las piedras

eraesiserá símil de sombralerta

palabracaidista

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El diploma

Destacaba el fulgor
desafiante del río
en la noche clara

Llevaba en su lomo luces
camino a la escuela
del alba

Qué lacio trayecto de cristal
desarraigando las sombras
de la quebrada

Llevaba en su lomo luces
camino a la escuela
del alba

Mañana de luminosa ceremonia:
el sol diplomó alumnos
con los colores de tu mirada

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El fervor

Puede ser la humilde vibración de las hojas del parral de un patio al sur, las hojas de un otoño que también amarillea la negada sonrisa de un cantor colgado de su sombra. Puede ser el humo de los viejos barcos escribiendo adioses en los cielos de plomo, en los muelles eternos, en aquellos labios redentores.

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ese señor el de allí diseña lápidas

«¿Y qué verdad es posible si existe la muerte?»
André Bretón

ese señor el de allí diseña lápidas
también esculpe mármoles hasta darles
durables ornamentos donde otros seres colocarán
memorias trituradas y ramos y rocíos

qué piedras venerables promulgan sus manos
cómo admiran su quehacer de arte intercalado

y sin embargo entre nosotros por las calles
ese señor disimula su cometido no habla ni
exhibe atenciones o entusiasmos

nadie diría que vive

su pecho es un sauce de aves mutilado
en su boca se inmolan los jugos de la complacencia

ese señor equivalente a un dietario del suplicio
ha grabado su nombre en una losa precavida
y soterrada

ese hombre de allí
es el sastre de la verdad
y no quiere admitirlo

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Gaviotas

Esa larga bufanda de arena
que calienta mi andar, estirada
junto a los líquidos umbrales,
tiene alas.

Ellas se llevan los pesares
somnolientos que verano ha reunido
en su casa. Anónima
entonces el alma, libre,
más liviana.

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Insecticida

Ocurrimos cuando vencía el dilema,
el acoso del desorden, las malas noticias.

Nos bautizaron
con un signo de interrogación
en la frente baldía.

En algunos casos
amor encendió los signos
por unos u otros extremos
y el humo que se formó en el espiral
ahuyentó por un tiempo
a los insectos.

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La cita y el filo

Sonríe la doncella del palacio de mosaicos
de nácar. La belleza asomada al infinito.

A la espalda, mal dormida, porta mi deseo
una daga que no acepta orden ni espejo, que
amenázame también, como si yo fuese
otro, un muelle ciego donde atracar su sino.

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La demora

La demora, enhiesta en su altivez torturante,
cuidadosa perfora,
una a una,
las hojas del instante.

Es como si niños con un control remoto
estuviesen jugándome al desgaste.

Arrollarse en el frío ademán del aire;
comprimirse en la esencia de la angustia
y ver desde muy lejos
—mustia—
la ilusión nacida de feliz pasado.

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La grieta

hacia dentro de ti, hacia dentro de ti
canto la grieta del mástil de los huesos
Paul Celan

Parte la punta el lápiz en el pulcro papel.
La llanura blanca, de oscuro relámpago
atravesada, calla doblemente. A tientas
la montaña oyente se mueve hacia el huerto.

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Lección

Hubo un antiguo liceo, unos cuadernos
que forraste con las frases que más
te protegían. Y hubo invierno
en aceras encogidas hacia única puerta
de colores reglamentarios. Los ómnibus
les hacían transfusiones
a las aulas, las asignaturas
se barajaban con urgencias cotidianas.

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Lo mismo

y atenazado a los rituales
cuando el pregón de la existencia
se instala en la cúpula
del proceder repetido sin análisis
volveré a decir

buenos días
cómo está Ud.
y me responderán
más o menos lo mismo

de las opciones exteriores
que rondarán mi navío epidérmico
recibiré malos humores
cuentas que pagar
chistes baratos
poquísimas novedades
labios-muelle
un par de cartas atrasadas
y convaleciendo de
otras estocadas
pasaré la jornada

alguien cerrará su comercio
otro esperará un autobús contando
las monedas que lo separan de casa
un anciano pisará esa calle de
cuarenta y cinco años atrás
la gata del vecino dará a luz
cuatro límites que dormirán en el
fondo del agua por la mañana
un automóvil viajará
hacia el no regreso

y volveré a decir
buenas noches
y me responderán
más o menos
lo mismo

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los ciclistas en marte

a Álvaro Miranda

los ciclistas en marte adquieren grandes
velocidades sus robustas anatomías gozan
perenne juventud persistentes carreteras

de estos marcianos deportistas cuentan que
algunos constantemente corren fuga inusitada
según superstición por influencia contraída
al entrenarse en noches de tierra llena

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Museo

a Manolo Belzunce

En este espacio quedó el dolor citado,
en esta misma arruga
cultivó la muerte su itinerario.

Aquel cuadro pertenece al Suicidio,
el famoso pintor
que vivió en tantos estados.

Si miran a la derecha
encontrarán la cocina del pánico:
un ojo donde arden almanaques
encendidos por un fuego incontrolado.

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Negra vocación del agua

Ciego, escucho al mar extendido
en tu ausencia. Las voces de la noche
se suman a la negra vocación del agua.
(Creo que están raspando a los astros
mayores con el eco punzante
de tu nombre). Dicen
que un trapecista sin piernas
apenas se mantiene en una cuerda
de andrajos.

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Se prohíbe

‘Se prohíbe pegar carteles
en la tarde.’ (Proclama el cartel,
pegado a un poste también imperativo).

En los portales yo escribo lunas nuevas
y viejas. Prominentes paredes, oscuras
siempre, cubren a los postes
con la dificultad de hallar
mis letras; despegadas
letras del atardecer, que conspiran
en la noche, contra la muerte,
en el cartel humano congregadas.

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Souvenir

Al costado de la estación,
alborotados, los grillos expresan
cánticos ancestrales, legados
de la hierba.

Los viajeros llegarán y se irán
explorando madrugadas polvorientas,
donde una compañía les seguirá
sin que la vean.

(El sonido verde de la espera).

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terminará el frenesí de neón

a Nelson Marra

terminará el frenesí de neón los lagartos incendiados
la exigencia y el mudo programa de radio

terminará la coreografía del chubasco el libro sin letras
la escalera el diálogo violeta entre rayuelas

y quedará algo que decir

y habrá una desazón
soldada muy adentro

un inútil medicamento
“sólo en farmacias”

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un caracol ya basta

A Julio Ricci

un caracol ya basta
para contagiar de lentitud el tallo
por el que viaja
y además
expandir su influencia paulatina
en ramas hojas corolas
la planta toda

hay situaciones en que
por rostro de extraño viandante
hallamos un rictus forzado atajando
el malestar que pugnaba declararse

y el aire
que conoce los disfraces sumamente
absorbe esa reacción de excusada delincuencia
y la trasmite a las golosinas
los postes los monumentos las azoteas
la tarde entera

qué fácil entonces
la tristeza

un caracol ya basta

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