Desgajado de mí,
fue arena movediza y desvarío.
Por las nuevas llanuras
inauguró confines sin espigas
y se hundió
en desarraigos.
Algún recuerdo
lo desvela
de la piel para adentro
y provoca la huella
del camino primero.
El río de la sangre recupera su cauce.
Surge un estallido
entre la desmemoria
y vuelve su caudal
a confluir en mi tierra.
Todas las semillas son de fuego
y yo arrojo los paisajes mancillados
al impacto certero
de su vuelta.