La luz de media tarde entre la hiedra,
la lumbre inextinguible de algún sueño,
el niño que se ahoga de risa en su columpio,
el temblor repentino de tus muslos,
el calor que insinúan tus mejillas
al despertarte embriagada de sueño,
respirar el vaho gris de la escarcha,
jugar al abandono en estas calles
donde la claridad nos perfila extranjeros,
el cielo como un largo balbuceo de azul,
las tormentas de julio, tan veloces,
el aroma dulzón del descampado
Cuánto nos pertenece, sin que importe escribirlo.