El silencio es el arte
de la quietud extrema,
el voto de autosuficiencia
que procura el vigilante
de una noche sin sueño.
Alguien duerme a mi lado
desde hace media hora,
alguien cuya respiración
es un eco ilimitado
en el brocal de mi cuerpo.
Prohibido replegarse:
un corrimiento en falso
del talón bajo la sábana
podría perturbar a ese alguien
y estropear la balanza.
No olvidemos del reposo
su periferia sin escarpes,
su farallón de pesadez
nivelada con sueño frágil.
La movilidad es así
el sueño de todos los silencios,
la estatua reventada
por el chorro de la fuente.