in memoriam Silvia Redondo
¿suena un teléfono?
Es imposible, aquí, en el campo.
A menos que obedezcamos
a otras razones, a otras malas costumbres
iconográficas.
Es un pájaro que suena igual;
o la mixtura informe de dos frases
trinadas, que saltan a la vez de un gaznate
abierto al cielo,
a otro.
volcando una materia multicolor y
tan densa en «estados» que.
Ningún orden nos vincula al pasado.
No obstante.Eramos el sentido
de una desaparición, la pérdida absoluta
del sentido: nos buscábamos como piedades
escondidas, todavía invisibles, todavía
impalpables.
feliz fue la noche confusa y feliz
el vaivén de nuestros cuerpos
alarmados por el último beso. El último beso
y mientras ella desenvolvía sus puntas de secreto
en la oscuridad lechosa él bebía Tang
y fue feliz la noche fue feliz
El último beso.
(no pudo disimularse en lo pequeño:
se simuló en lo más enigmático de
una ostentación: el humillo
de un nombre.)
Amantes confundidos. Amantes en el
agua del jardín de los deseos que se
bifurcan:
volados los cuerpos y
la utilería del amor
deseo pequeño
deseo pequeño
deseo pequeño
deseo y poder
y sumisión.
animal necesariamente
en la esponjosa sombra
de las miniaturas:
del brevísimo instante en que aparecemos
como títeres de la confusión alada entre
dichosos por hastío,
por hambre.
a cada paso nuestra secreta carga y
nuestro falso deber.
el hormiguero del sueño, el sueño
de tu hermosa tierra (dentro de lo posible)
el hormiguero y la desaparición:
El campo,
pasto o brizna de luz,
hormiga o escarabajo tanque
Y el perro Arturo que fue tu lazarillo
en Roma, y compartió las fugas en tu duelo
paterno, molecular: pasional, Arturo
¿dónde estarás, ahora? ¿Contra qué valla
de sombras sin espinas dejarás caer a tu
amo?
El sol se extingue bruscamente y un insectito
con lunares negros, bruscamente anaranjado
se posa en mi muñeca: «Mirá, papá. Una
vaquita de sanatorio.» -dice Ana.
Más pequeño que nuestro retrato en la cerrazón
y más pequeño que el mundo sostenido por lo
que desaparece. La hierba, la luz, la piel, el agua.
Espacio con olor a vainillas.
espacio del vómito instantáneo de un niño
ácido del niño como esperanza: (secreto aliento
aplastado en la desesperación esperanzada.)
Espacio perfumado y espacio medroso
Espacio sombrío de las tímidas frutillas
Espacio de los tilos y las naranjas
espacio del cerezo escarchado picado por
los pájaros.
Espacio y espacio
donde tenso se abre el secreto
de una palabra y
de todas las deliciosas porquerías
de los niños.
Espacio para el barullo de lo pequeño
que no desaparecerá por el envión de la mañana
y espacio para la enumeración cada vez más simple y
más imperfecta
sintaxis de multiplicidades de olvidos
Atrajo para ellos
la vida para sí:
la vida-juguete
la vida-moscardón tornasol
zumbando en la viruta de otra luz
y las lisísimas hojas del verano
soplado en la luz
sonajero, sonajero
de un secreto mortal
que únicamente los niños comprendían.
Fuiste la risita contraída
en la recova del caracol
la risita de los niños del sol
y otro sol en otros niños mutantes:
la diferente paternidad pueril
de lo viviente
Con ellos, hacías, escribías
con abrelatas del deseo
esta vez cada vez más vivir
y en lo viviente, espacio,
cada vez más oir
el secreto de lo vivido
Oh,
por tu culpa debí enloquecer
puesto que vivir
es sólo presentir
el deseo.
los niños no lo saben
los niños lo presienten
en su rotunda sensatez de pequeños.
los gritos, las risitas,
las carcajadas en el agua porosa
y el sol en las piedras azucaradas:
Vos los obligabas a que saltaran la barrera
donde un señor estaba con su sombrero negro
y una señora posaba con su sombrilla salitrosa.
Mujeres, niñas, reinas:
todas con sus posesiones felices estentóreas.
¿Te acordás de los patos arlequinados?
¿Te acordás que hundí el dedito meñique en el tintero
el primer día escolar?
¿Y el día que me cagué encima, y corriste alertando
el aquelarre de las constantinoplas tías?
¡Oh madonas de una sombra cuadrada y aciaga!
(madaminas
del alba y del azar junto a los niños) Dueñas del
ocaso cuando las estrellas se preparan en vano, para
guiñarle el ojo a las gallinas.
¿Te acordás de Olga Rapún, los ataques en malón, el
vidrio en la Yale? ¿La envidia afrontada al miedo
de jugar?
el miedo a ser aun más niños, y a la usurpación de
ellos (sin vos), en una memoria enterrada que yo
exhumo en tiras, en franjas y en fragmentos para
vos.
Ya que con todas tus fuerzas comprendiste su energía,
la velocidad remota de sus guiños. Gritos y bailes.
Supiste separarte de lo pequeño perpetuamente un
momento
Separándote casi eternamente un momento
de toda tu muerte en llamas y separando con ellos
del orgullo reificado de lo grande,
la contaminación de lo pequeño y
los pequeños
los chicos gozaban
los chicos entraban en la boca del amor,
la boca del confín de los poderosos donde salta
la gran dentadura
de la locura.
¿Y aquellos novios en aras de un deseo inicial?
Todavía impalpables.
.invisibles todavías.
Demasiado correr hacia el extremo de la noche y
corriendo en tu horroroso silencio hacia
ningún extremo y en todos,
Todas las palabras
se deslizaban allí
los niños detienen esa escintilación de lo mundano
en su brevísimo pico de tristeza.
Saltando sobre la arena tiñen, borran, opacan
en la luz las formas y los efectos
Los niños pegados a la gran costa y a la
dulcísima espuma del Mal.
Anita dramatizaba el movimiento de una ola
avanzando y encrespando en su alegría
una mirada celeste turbulenta.
Fermín cortaba las olas más altas
con su pitito.
.
Estamos hechos para soportar el estallido
de la muerte en la infancia: Aún no,
no termines, no acabes, todavía
.
alguien quiso que todo quedara
al alcance de un pescador orgulloso
de su trabajo con el agua.
El silencio,
el silencio
el silencio del agua
cuando es presa
de los niños
El agua.