Dicen que llevas una venda…
Otros hablan de tu total ceguera,
y yo…
ni siquiera podría comentarte
nada de nuestro encuentro.
Sí, sé de aquella tarde
que cubriste de ardor mi indiferencia,
que una alegría fiera
saltó del corazón a la garganta,
de la garganta a los inquietos labios
que se tornaron nidos de luciérnagas.
Jamás imaginé que te encontrara
una tarde de lluvia
equivocada,
una tarde vulgar,
en un café vulgar,
entre gente vulgar,
…pero allí estabas.
Sí, te repito
que no puedo decirte más
de aquel encuentro.
Han pasado los años
y sigues acendrado en mí,
en mis palabras y en mi piel.
Que tomas diferente forma:
taza, mesa, cama, casa,
libros, hijos…
Y ya ves, fue un encuentro casual
en una tarde equivocada y gris,
en un café vulgar…
¡Ay, ángel mío…ciego mío!