He venido a dejarme mirar y llamar por mi nombre,
a responder a las lejanas cosas familiares y desconocidas,
mientras me apoyo contra un muro que se tambalea.
Un trago largo es el paseo de los eucaliptus.
Lo que ha sido la vida con sus insoportables rubores,
todo amor y su fiera marimba.
A tenderme, y que pasen el sol y los justos,
el naufragio del último capitán de la nave,
las figuras que pacen en mi silencio.
Que no se acuerde más de mí el arquero,
no apunte y abra el paraíso.